Ir al contenido principal


Epílogo
El Idéntico en todos nosotros es una sonoridad que no suena, una
resonancia oceánica que cubre completamente la anterioridad y
posterioridad del tiempo, indescriptiblemente estable, presente a todos los
tiempos y a todos los lugares.
En este Canto silente, todos los maestros espirituales de todos los
tiempos son un Único, un solo Canto.
Bendito el que escucha el Canto eterno resonar en su corazón. Él ya no
está solo, su soledad es una incesante escucha. El vínculo eterno está
establecido en su corazón, lo que él escucha, con ello él resuena y su
resonar es para él su mayor gozo, su propio canto sin comienzo ni fin.
El Buddha cantaba, Cristo cantaba, Krishna cantaba. Sus palabras
soportaban el Canto pero no eran el Canto.
El Canto se escucha con otro oído que las palabras, el Canto es
indescriptiblemente más profundo que las palabras.
Una corriente de Canto silente se expande concéntricamente al corazón
llenando la totalidad de los mundos hasta tocar e incendiar de amor la
vigilia, entonces uno se escucha orar la oración más contrita, la oración
más abrasadora: “Llévanos de esto que no somos a lo que nosotros somos,
llévanos de este no ser que no es nosotros, al Ser que nosotros somos.
Convierte en Canto estos días sin luz que son nuestra vigilia. Por el
Canto sácanos del sueño al Despertar”.

Comentarios